LUCIÉRNAGAS ( siempre conmigo)








Cada relato tiene su comienzo, éste lo tiene. Puedes leerlo antes
o bien, seguir y comenzar después. Lo dejo a tu elección. 
Y también puede ser que si lo haces de la segunda forma
cambie tu perspectiva de la historia...




*

...Estaba tan nerviosa que durante el camino tenía la mente amarrada, no se fuera a ir a otra parte. Meri se la ingeniaba para no parar de hablar, de lo que fuera: de la lluvia, del estado del camino, del bosque; en cambio, Miguel de vez en cuando, solo dejaba salir dos palabras, tres a lo sumo, con una voz amable al oído, de compás lento, paciente y un final susurrante. Una educada parsimonia envuelta en un olor a patata de tierra recién arrancada y la destreza del mejor conductor de rallies sobre barro esquivando rocas. Sus gruesas manos empuñaban el volante con la intención de no salir disparado como un platillo volante. Raro era que no volcaran con esos saltos de galgo que daba la camioneta, Meri no diferenciaba si rodaban o saltaban a cuatro ruedas.  A pesar de no ver absolutamente nada, por las dudas, ella no quitaba la vista del camino, un camino que iba a ser largo. Ya se lo había comunicado la coordinadora de la organización antes de dejarla sola en la aldea: «Me han dicho que hay un buen rato hasta llegar a la comunidad, yo nunca fui». Y fue así, no solo no había ido ella; Meri se enteró después que ella sería el primer extranjero que había pisado El Verdillo.

Convivir con gente muy diferente a su cultura era lo que ella quería, necesitaba sentir, descubrir in situ. Y ahora estaba allí, en mitad de la noche, en un “pick up” oscuro agujereado por munición y con un hombre extraño, parco en palabras, junto a ella. Todo un aliciente para el preámbulo de su viaje. Meri no contaba con el miedo, él se apodera del ser de mil formas cuando se intenta entrar en una realidad ajena, no importa a cuantos kilómetros de distancia se esté. A ella solo la respaldaba la confianza de esta organización en su filial centroamericana y un garrafón de agua potable que le habían dejado.

*

Tal vez con la intención de tranquilizarla, Miguel aumentó el número de palabras en su conversación.

Es el único bosque que queda dijo él sin mirarla.

Ahora ella era la que quedó callada. Mientras volaba, en el aire había visto un país bien verde, se correspondía con la imagen bucólica que tenía en su cabeza antes de salir de España; pero lo que creyó que era un inmenso bosque tropical resultó ser otra cosa muy diferente. En todo el trayecto desde el aeropuerto al punto de destino, solo había podido ver pastos con ranchos salpicados y alguna que otra aldea. «Entonces, ¿lo que creí que eran árboles era solo pasto?» pensó. Se encontraba en una despiadada deforestación donde solo quedaba un puñado de árboles.

—Es el legado para mis chiquitos —esta vez Miguel lo dijo sonriendo y la miró. 

—Son unas ceibas y algunos palos del pan y un torrente quebrado de agua que emana de un nacimiento. Crecen en la orilla: huertas, maicillo, jocotes. Ahora juegan allí, sabe, pero de mayores, será su sustento; sembrarán caña y no se dejarán achicar; plantarán yuca y mango, y tampoco tendrán aflicción— prosiguió.


Si no hubiera sido por la incertidumbre del momento, Meri pensaría que lo había dicho orgulloso y emocionado. Además, su vocabulario dictaba bastante de lo que era su apariencia: una blusa medio abrochar, coja de un lado, y con toda seguridad, sucia, descolorida y descosida; y un pantalón arremangado, sin dobladillo.

—Meriiy, sabe usted —le dijo mirándola —me estoy preparando para ser un buen líder de la comunidad. Mi facilitadora dijo que tendré un graduado pronto —Meri permanecía callada, aguantando la mirada de asombro —de este modo, yo también podré alfabetizar en mi comunidad. No piense usted que soy abusivo, yo no quiero ahuevarme, hay que aprender, pensar —paró la camioneta y se quedó mirando hacia delante.

Por primera vez el silencio se hizo entre ambos. Meri comenzó a oír, no solo los latidos de su corazón, se daría cuenta de la cantidad de sonidos que traía consigo esa noche: Huic, huic, clá,clá,clá, clá, clá,  uuuú, uuuú, chiris, chiris, chiris, chiris, psis, psis. Escuchó también el río, tal vez fuera el manantial donde jugaban sus hijos durante el día. Al agua se le oía lamer las orillas como ese comer del anciano, con la boca arrugada, entreabierta, desdentada, deshaciendo suavemente cada migaja en el paladar. 





—Lo hago, sabe usted, yo aprendo, cuando acá todo se hace oscuro, quedo solo con la noche y la luz de una candela y… ellas —señalando con su cabeza a un lado y a otro.

No sabía bien a qué se refería, pero comenzaba a sentirse más tranquila, a pesar de que seguía agarrada a la osamenta del asiento con brazos y piernas como una garrapata. De pronto, sin saber de donde habían salido, aparecieron: pequeños ojillos brillantes que comenzaron a guiñarles. Posiblemente, Miguel se refería a ellos; parpadeaban, como si bailaran entre las pocas gotas de lluvia que caían. Los rodearon. Meri consiguió apreciarlos con más detalle entre los árboles, eran luces amarillas. Estaban en una zona de un bosque claro, apenas unos cuantos árboles calvos, palos largos y escuálidos con unas raíces zambas que se podían ver por el deslumbrado de los faros. En la vegetación del suelo, dos raíles de barro marcados, tal vez las huellas de las ruedas que posiblemente invertían su recorrido.

—Ellas también han podido sobrevivir… —habló y se quedó callado un instante, con sus manos en el volante.

«¿Qué intenta decir Miguel? ¿se refiere a las luciérnagas?» se cuestionaba Meri. 
No se atrevió a preguntar, por si acaso. Hacía cuatro años que había acabado la guerra civil, una guerra que había durado doce años. Le habían dicho que había mucha inseguridad y desconfianza todavía en el país. Andaban activas las comisiones de la verdad investigando genocidios de los militares a los guerrilleros, y en la ciudad había toques de queda y algunos lugares donde no se podía llegar. Muchos de los guerrilleros quizá se podrían haber escondido en aquel bosque, por donde ahora pasaban, tal vez pudo ser un lugar de fusilamiento… y de nuevo el miedo agarró a Meri. Para tranquilizarse se centró en observar las luces que parpadeaban.









Cuando pequeña conoció las luciérnagas, alumbraban escondidas entre las macetas de su madre, las cogía y jugaba con ellas como si fueran linternas. Sus luces eran de un color entre amarillo y verde, como un limón comenzando a madurar, fluorescente. «¿cómo pueden dar tanta luz bichos tan pequeños?» pensó. Allá donde quedó esa Meri niña desaparecieron las luciérnagas; como lo hicieron los zorros, las garduñas, los gatos clavos, las liebres, los cernícalos. Ahora proliferaban otras luces: la luz de las ventanas, la luz de las farolas, la luz de las televisiones, la luz de los faros de los coches. Ya no tenía sentido que ellas, las luciérnagas, iluminaran. Desde entonces no había vuelto a verlas, y a tantas juntas, como si pretendieran iluminarle el camino.

*

—Vea, hay que agarrarse a la vida, al bosquecito, que él nos guarde y nos cuide y nos aparte de todo mal y peligro. No hay que malgastar su sabia, un saber de miles de años ¿verdad? El sol siempre brilla aquí, aunque se esconda al otro lado del monte. —De nuevo arrancó la furgoneta, y siguieron adelante.

El traqueteo de la camioneta ya no era tan fuerte. Meri volvió con sus luciérnagas. «Los diálogos de luz de las hembras comienzan, mantienen varias conversaciones a la vez, pero permanece solo uno hasta el amanecer» Tal vez esto no es lo que ella supiera por entonces, pero en ese instante si descubrió que empezaba a brillar dentro de ella una tenue luz: la confianza. La que debía de intentar mantener encendida durante el resto de su viaje.

Por fin, llegaron. La incertidumbre era cada vez más grande. Se distinguían media docena de luces salpicadas en la oscuridad. Pararon, apenas se apreciaba mucho más desde allí, la noche seguía cerrada. Mientras Miguel cogía su mochila, ella ya había bajado de la furgoneta de un salto. De pronto sintió como sus botas de cemento se hundían en el lodo, llegándole poco a poco el caldo hasta los tobillos. Se quedó inmóvil «¿por qué no me había quedado descalza, cuando ocurrió la primera vez?» pensó Meri mirando sin ver. Se sentía como un tentetieso. A lo lejos, empezaron a salir figuras negras, algunas de la oscuridad y otras de unas luces tenues de lo que podían ser las puertas de las chabolas. Aquellas luces que parecían que intentaban contornear las sombras, algunas pequeñas, que se escondían tras las grandes.

«El miedo se apodera del ser de mil formas cuando se intenta entrar en una realidad ajena». Meri sintió como le salía de su interior, le caía caliente; serpenteando le bajaba por la entrepierna, muslos, rodillas, hasta el lodo de sus tobillos. Ahora estaba calada hasta los huesos, embarrada y con la braga empapada en orina. Y las sombras grandes se convertían en pequeñas y las pequeñas se hacían mayores, pero nadie se movía.

Todo pasó en un instante, lo que dura el cortejo de las luciérnagas. Un prende y apaga, como había sido su viaje a ese país, como había transcurrido su aventura en la camioneta, como sintió su llegada a la media docena de chabolas con techo de launa perdidas en un barrizal desforestado. Se agarró a su luz, la confianza, la que iba a compartir esa noche, y otras tres más, en aquel rancho con Miguel y Zoila, su mujer, sus cuatro hijos y los mellizos, un chancho y dos gallinas. 

La madera putrefacta del suelo, los desechos, los charcos y las corrientes eran también los lugares donde las luciérnagas vivían. Meri está segura y sin miedo a equivocarse, que seguirán allí, brillando por sí mismas.


*







Ceiba y palos del pan (árboles) huertas (matas de plátano), maicillo, (maíz silvestre) jocotes (frutal silvestre) chancho (cerdo)


La experiencia y el riesgo, razones para existir, respuestas, un apósito tal vez para heridas. Fue en 1986, hace 29 años. Aquella fue una experiencia única, siento cada momento, cada instante dentro de mí. No solo fue el sentimiento de conservar lo único que poseían, también la humildad y la superación de aquel hombre para progresar, ser mejor para su familia, su comunidad. El momento en el que estudiaba a la luz de la vela, aprendía funciones: derivadas e integrales. Y otro aprendizaje se iluminaba, el mío, más allá de lo que podría haber imaginado. Allí pasaron tantas cosas, me pasaron tantas,  me las guardo para mí, seguirán dentro. Pero éstas que he contado aquí son las que conservo con más nitidez, se encienden en mi cabeza como esa luz de las luciérnagas.



Comentarios

  1. Veo que no pone "continuará" por lo que sospecho que se ha terminado. Me encantan los relatos que podrían continuar de la misma manera que acabar tal cual.
    Es un precioso canto a la naturaleza y su conservación, aunque, en un plazo más bien corto, doy la lucha por perdida. Nosotros seremos los perjudicados. La Tierra se ha enfrentado a mayores cataclismos y ha salido vencedora. Tal vez para volver a vencer, tenga que acabar con nosotros y eso hará. Mientras, nosotros, en nuestra soberbia e ignorancia, pensamos que podemos doblegarla o destruirla; ilusos.
    Cuando era pequeña, alguna vez vi luciérnagas, cocos de luz las llamaba mi abuela. Después no volví a ver hasta Estados Unidos. Es maravillosa su luz por la noche en cuanto te alejas de las ciudades porque hay cientos. En León se veían de una en una.
    Un beso. Precioso relato.

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    1. Hola Rosa, aquella fue una experiencia única, siento cada momento, cada instante dentro de mí. No solo fue el sentimiento de conservar lo único que poseían sino la humildad y la superación de aquel hombre para superarse y ser mejor para su familia, su comunidad. El momento en el que estudiaba a la luz de la vela, aprendía funciones: derivadas e integrales. Un aprendizaje, el mío, más allá de lo que podría haber imaginado. Allí pasaron tantas cosas, me pasaron tantas, pero me las guardo. Pero estas que he contado son las que conservo con más nitidez, se encienden en mi cabeza como esa luz de las luciérnagas, como tú las recuerdas, gracias por tu recuerdo. Un abrazo

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    2. Imaginaba que había mucho de real en tu relato. Vaya experiencia.

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  2. Me ha encantado, es una historia muy bonita. Un abrazo

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    1. Gracias, me alegro que te haya gustado. Un abrazo

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  3. Estupendo, buena historia y ambiente y personajes muy bien recreados. Me ha encantado. Besos.

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  4. Hola!
    Opino como Rosa, un canto a la naturaleza, qué historia tan bonita.
    Adoro las luciérnagas, es uno de los encantos de las noches de verano, salir de la ciudad y buscar luciérnagas.
    Besos.

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    1. Gracias Gema. Las luciérnagas nos han hipnotizado a más de una. Por cierto, tengo que volver a pasarme por tu blog para comentarte que me encantó la peli que aconsejaste de Chaplin; inteligente, ese actor y director, soberbio en ambos trabajos. Un abrazote

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  5. Me siento identificada con la protagonista, ya que yo también sufro de esa curiosidad, supongo que fruto de la juventud, por conocer mundos totalmente opuestos, por salir ahí afuera para ver por mí misma la luz de esas luciérnagas que brillan.
    Qué estupenda crónica la que nos has traído.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Hola Sofía, qué puedo decirte yo que lo he vivido. La experiencia te lleva más allá. Hay riesgos, hay sufrimiento, sí, claro; pero esa curiosidad es superior. Tiene que haber una gran motivación por descubrir. Se despierta a un mundo diferente, te reconoces en él, creces muy rápido. No sientes que malgastas tu vida, porque es la que estás viviendo en primera persona, no es la vida de otros como cuando lees un libro, tú eres la protagonista de la historia, de la aventura. Me alegro que te hayas sentido identificada. Un abrazo fuerte

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  6. Gracias Emerencia por compartir algo tan intimo y a la vez tan gratificante, ya que la forma tan natural y explicita ue usas para contarnos tu experiencia, nos lleva a vivirla junto a ti de nuevo, ilusion, deseos de explorar y de cambios, de crecer, y probar nuevas tierras, confianza aderezada con un poco de miedo y dudas, todo un condensado y mezcla de humano y naturaleza, de amor por la vida, la familia, la comunidad.

    Imagino siendo tú una joven de ciudad, cuanto aprendiste de un hombre como Miguel, rudo en apariencia, pero delicado en el querer familiar, apasionado por salir adelante y dejarle un mejor legado a sus hijos, pero en un marco y un contexto muy diferente, humilde por sobre todo, entregado en la faena de la vida y su realidad.

    Ya me parecía que la historia era mas de lo que aparentaba, mas que luciérnagas (hay muchas en el parque donde camino), mas que lodo y ganas de cambios y viajar a otros mundos, fue mas bien el llamado de la vida para entregarte un aprendizaje desconocido y elevado y que también pudieras entregar otro aprendizaje a ellos, imagino que todas las expectativas quedaron en un segundo plano junto a la realidad vivida.

    Una historia humana, emotiva y muy hermosa, te puedo decir que pude vislumbrar mas allá de lo que nos cuentas en ella.

    Buen resto de la semana, y un fuerte abrazo.

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    1. Gracias a ti siempre por tus comentarios, son muy valiosos por todas las aportaciones que haces a la lectura de los relatos. En estas experiencias no hay expectativas, porque no sabes que va a ocurrir. Lo único que tienes claro es que no volverás igual, te han cambiado las apreciaciones y los valores. La vida deja de ser superficial cuando te adentras en estas experiencias. Qué maravilla lo que me dices de que has podido vislumbrar más allá. Muchas gracias. Un abrazo

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  7. Vaya, vaya... ¡qué experiencia más significativa debió de ser! Supongo que sale una de su zona de confort, aterriza a lo bestia en un entorno absolutamente distinto y regresa, ¡ay!, cambiada porque algo ha tocado su alma.
    ¿No te parece que no somos tan distintos? Resulta que todos amamos, todos tenemos hijos a quienes proteger y desear lo mejor, todos intentamos sobrevivir... En realidad, hay pocas cosas verdaderamente importantes en la vida, y creo que son comunes a toda la humanidad. Pero a esta conclusión yo he llegado al cabo de los años; sin embargo, tú debiste darte cuenta enseguida. Lo digo por lo conmovedor de tu relato, por la emoción que transmites al contar en qué condiciones vivía aquel hombre y cómo se esforzaba en ser mejor, en asegurar el futuro de los hijos.
    Chica, eres una cajita de sorpresas.

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    1. Hola María, gracias por leerlo y dejar el comentario.Aquella experiencia me marcó tantísimos que después de todo el tiempo que ha pasado me acuerdo de ese instante de las luciérnagas como si la vivieran una y mil veces. Estas experiencias son lecciones de vida por la vida, la tuya, la mía. Te cambian tanto en convicciones, en percepciones, te haces más empática con todo lo que va a trascender a tu alrededor. Hubo compañeras que vinieron muy tocadas psicológicamente. Es importante saber a lo que se va y porqué, sin expectativas de ninguna clase. Son pruebas muy duras de asimilar por ser realidades muy ajenas a ti, como bien dices tu sitio de confort. Gracias. Un abrazo

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  8. Desde luego has conseguido, inicialmente, comunicar al lector la inquietud de la aventura, ese viaje a “lo desconocido” que resultó ser “”El verdillo”. El carácter de Miguel, tan pausado y diestro con el volante. Los nervios de Meri… aferrada en la confianza de la organización y a su garrafón de agua potable.
    La información de las características geográficas del lugar las metes con tanta maestría, que fluye con naturalidad la transición de lo descriptivo a la narrativa, (seguro que a todos nos ha ocurrido que al leer algunos pasajes de novelas o relatos, la excesiva descripción, o la descripción que solo se hace para lucimiento del autor, nos despista y se nos hace pesada). También el mensaje que das de conservación del medio sin estridencias, en su justa medida.
    El habla “local” de Miguel la presupongo adecuada, seguro que te fijiste mucho en como hablaban para lueg contarlo, o contándolo, recordaste los modismos.
    Los ruiditos de onamatopeyas muy bien traídos y hasta llevados ;) y no solo de la naturaleza, sino que pones al mismo nivel descriptivo el sonido del agua al lamer la orilla que los sonidos menos agradables de la boca desdentada.
    La puesta en escena de las luces de las luciérnagas, concatenadas con el temor de la reciente guerra civil y los recuerdos de su infancia, es perfecta... el temor y la guerra resta algo de carga lírica-estética y hace más terrenal y real la escena, (eso me gustó mucho compañera)
    El tramo o mal trago de la orina no puede estar mejor contado.
    Y la confianza, la confianza y esperanza sobre todo a pesar de la incomodidad del lugar, del barro, de la madera podrida, de los chanchos y las gallinas en contraposición a lo aparentemente idílico de las brillantes luciérnagas.

    ¡Pero qué bien escribe Emerencia!, Tuvo que suponer para ti una experiencia inolvidable.

    Ya leeré la segunda parte de la parte contratante desde que pueda Eme.

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    1. Isabel, no tiene precio tu comentario, vas más allá. Consigues como una exploradora llegar y tocar. Se te abre la portezuela delante de tu cara y comienzas a curiosear, descubrir no solo la entradilla, no te quedas en ella, sino que llegas al salóncito y te sientas, ahí agustito, con la postura de un primer baile, y tu mano se va, va más allá, para sentir el eco de los muebles, acariciar con tu mirada y oler el alma de la vieja caja de música en la que brotan el caudal de las palabras. Gracias compañera.

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  9. :)
    El mérito es tuyo porque escribes como a mi me gusta que se escriba.

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  10. hermoso y hermoso!! gracias, conocimos y nos imaginamos montones de bellezas que inspira tu relato, abrazosbuhos.

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    1. Gracias chicas aladas, gracias por la lectura de los relatos de este blog muy a pesar de que no correspondo, y ahora menos aún con mi nuevo trabajo. Vuestro comentario es un aliciente, para los pocos minutos que tengo, al menos seguir escribiendo. Un beso.

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  11. Me ha gustado no solo como escribes sino también la sensibilidad latente en cada uno de los que te comentan.
    Eso es maravilloso ya que así un crece y recrese
    reinventándose a cada momento . Me gusta el hilvanar de tus letras que se macan mientras te leo
    Un abrazo desde Miami

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    1. Gracias compañera, es un regalo tu lectura, tus apreciaciones sobre el relato, sobre como llega a ti mis palabras. Sin duda no hay relato sin lector, no hay historia que no lleve algo de mi interior como no. Un abrazo grande

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