Miscelánea





Hola, hoy me toca compartir con vosotros mi rincón más personal donde fluyen mis ideas, nacen mis relatos de viajes y mis otras locuras literarias.
Muchos de vosotros que estáis ahí diréis ¿y esto? Bueno las ocurrencias de un grupo de amigos virtuales que hemos creado un micro-mundo virtual y que compartimos, éstas, nuestras cosas.

Pues bien, Chari y Sol me han tirado el guante a través de su ordenador y me han dicho ¡vamos a conocerte un poquito mejoooor!  y creéis que ellas han sido ¿solas? Noooo sino alentadas por Julia C. y por María Campra, las  artífices de que escribamos una entrada sobre nuestros escritorios.

Me parece fantástica la idea y ¿por qué no? Me gustan las iniciativas, creo que es importante no caer en la monotonía, y a mí, que no hay que empujarme mucho,….. Creo que estas pequeñas cosas dan buen ánimo y nos saca lo mejor de nosotros. Es curioso, pero cuando hablas de ti, de tus cosas, piensas en ellas un poco más porque las describes y las cuentas pulsando teclas con el corazoncito. El mío (me refiero al escritorio) está lleno de energía y pensaréis, claro, energía eléctrica, siiii, pero también otras, pequeñas cosas que irradian la suya propia.


Pues bien, mi rincón es pequeño y no puedo decir que soy ama y señora de él (existe un armario de herramientas que es de mi pareja) con el poster de la última obra de teatro que hemos estrenado recientemente. Pero sí,  la que pasa más tiempo en él soy yo. Es una habitación verde manzana con cortinas y cojines floreados, muy primaverales. Estoy rodeada de estanterías con cajas de cartón que nos ayudan a tener organizadas nuestras cosas: carpetas, material de trabajo, documentos, pequeñas cosas de oficina,….y sobre todo la cámara de fotos y el maletín de pintura, mis otras aficiones.  En la estantería más cercana tengo libretas y cuadernos escritos (algunos los conservo desde hace bastante tiempo) y algunos libros, pocos, siempre pienso que un día se me va a caer la estantería encima de la cabeza jaja; el resto de libros están en otros rincones de la casa fáciles de encontrar porque nuestra casa es bastante “petite”.



En el escritorio tengo colecciones en botes de cristal de cristales de cuarzo y cristales de colores. Una pequeña colección de minerales y rocas sobre un tapete de bolillo que pertenecía a mi madre. Dos erizos “dólar de arena”  blanqueados por el sol a los que tengo mucho aprecio y que conservo como oro en paño. Son muy delicados y frágiles y fuera de este lugar pueden llegar a partirse. Son un recuerdo de cuando viví en Costa Rica.




Sobre la mesa tengo varios altavoces (algunos viejos, pero que no hemos querido tirar) y por supuesto, con el pinganillo para escuchar música cuando andamos cada uno concentrados con nuestras historias.  

Mis plantas son mi debilidad, y debo de tenerlas siempre cerca de donde estoy. También colgando de la lámpara tengo el colgante mágico de Arwen, un regalo muy especial para mí.



Tengo además varios lápices para escribir siempre con punta afilada. Los uso para los borradores de relatos y entradas, confieso que tengo cierta debilidad por ellos (creo que me viene de niña). Por lo general uso papel que guardo y que reutilizo. Ahora el que veis es el borrador de mi próxima entrada de VIAJEYFOTOS, el viaje a Florencia.

En la pared tengo dos cuadritos con imágenes de dos viajes que me han cautivado, uno es de Paris y otro de Roma. Los tengo presentes recordándome que me esperan otros lugares maravillosos por visitar.

Y bueno, creo que ya me conocéis un poquito mejor. Y con el ánimo de seguir compartiendo esta divertida cadena de escritorios invito a mostrar los suyos a:



Y musiquita de regalo para todos








Todo viajero busca su atardecer. 

Pasar del hemisferio visible al no visible como hace el sol. El astro maravilloso va bajando por el horizonte y a su paso se van acentuando los tonos rojizos. El cielo va haciéndose cada vez menos azul para dar paso a esa policromía.
Ese momento del crepúsculo, donde lo colores avivan el cielo llenándolo de mil matices. Ese amarillo, anaranjado, rojizo y violeta. 

Es considerado en sí un espectáculo y un momento de sosiego. Algunos de ellos es éste que os muestro, los que me conocéis sabéis que guardo más. 

Es posible que desnude mi alma porque he captado el instante mágico del día. 

Tengo predilección por los atardeceres marinos, creo que el lienzo del mar con sus gotas salinas hace que sean más espectaculares.

Es el momento en que los rayos de sol atraviesan esas gotas de agua, ese polvo nebuloso de la tarde, esa refracción de los rayos de luz como si de un arco iris se tratara.

Los rayos de tonalidades rojizas, anaranjadas, son los que llegan sin desviarse de su camino, son los primeros en llegar a nuestros ojos.

El ocaso representa realmente una despedida, el crepúsculo; por eso intentas cerrar los ojos para impresionar tu retina y mantener esa foto impresa en tu interior.

Cuando cae la noche volvemos a iluminar el cielo. Encendemos velas, hacemos volar farolillos de papel queremos que vuelva a brillar el cielo.





 LENTEGÍ. SIERRA DE CÁZULAS

El dormitorio de Vincent Van Gogh en Arlés.

 Hola, hace unas semanas os describí uno de los lugares que más me gustan: el valle verde y la sierra de Cázulas, el cruce de los ríos. Hoy os traigo un regalo muy especial. En realidad es un regalo para una buena amiga, Anita Van Hees. Ella vive en este valle.  


Anita comparte su vivienda con viajeros que quieren pasar unos días en alguna de las habitaciones de su casa, es lo que llaman el bed and breakfast, cama y desayuno. Pero este lugar es algo más. Yo paso unos días con mi pareja en una de sus habitaciones, la blanca, con unos enormes cuadros de Van Gogh. 

Anita ha dado diferentes colores a sus habitaciones, y ésta de color blanco precisamente, es muy especial para ella. 

Van Gogh en una ocasión dijo mirando su cuadro del dormitorio: "el color de una habitación ha de serlo todo y su simplificación da una mayor grandiosidad a las cosas, pretende evocar el descanso o el sueño, reposar la mente, la imaginación….” Y esto es lo que ahora precisamente necesito reposar la mente. Tengo que cerrar una etapa de mi vida bastante dolorosa. Este rincón y la amabilidad de Anita es ideal para ello.

Cistus ladanifer
Describiré este lugar como yo lo veo para que algún día podáis compartirlo si tenéis ocasión. Aquí la luz, la calidez y el vergel que Anita cuida y trabaja es el mayor aliciente para mí, aparte de su afable compañía y la de su marido Ricardo. Es curioso que este paisaje que tanto conozco (trabajé unos años muy cerca) ahora lo vea con nuevos ojos. Es la consciencia del viaje. Mandela una vez dijo que “no hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para darte cuenta de cuanto has cambiado tu” y esto es así,  si además lo haces viviendo intensamente y conociendo el corazón de la gente tomas más consciencia de ello.




La casita de Anita se llama la cabrita loca, una debilidad de cuando ella era pequeña, su recuerdo con estos simpáticos bóvidos. En realidad el nombre le viene al pelo. Su casa está ubicada en la mitad de una ladera solitaria (el resto son aperos de labradores) atravesando un pequeño bosquete mediterráneo de jaras, romeros, tomillos, pinos, encinas, bojes en un suelo rojizo de rocas calizas.  Desde la carretera A-4050, conocida como carretera de la cabra, parte una estrecha pista cementada que va subiendo alguna que otra curva de nivel hasta llegar a la casa. Una prueba de fuego a la buena conducción. 


Los cultivos subtropicales rodean el alojamiento: chirimoyos, aguacates, nísperos, mandarinos, entre algarrobos e higueras. Es el alojamiento rural idóneo para quién aprecie conocer costumbres y culturas diferentes y despojarse de estrés, ansiedad, tristeza y poder vivir de la manera a la que uno no está acostumbrado. El silencio es sinónimo de este lugar. Lo rodea montañas por todos lados y el valle del río Verde está a sus pies.




Está alejado y cerca a la vez de pequeños pueblos. Así que dependes de tu caminar o de un vehículo rodado. Relativamente cerca de Lentegí y Otívar  (que es un paseo) y a unos dieciséis kms de la costa. La urbe más grande es Granada que queda a unos 60 kms, más o menos. 







A pesar de estar tan cerca de la costa, se agradece que el clima sea suave y fresco tanto en verano como en invierno en el que apenas asoma la nieve por las montañas cercanas. 



Estos días que hace este calor tan agobiante en Almuñécar aquí es otra realidad, mucho más llevadera. De hecho el desayuno lo ofrece Anita en su gran terraza divisando todo el valle y las estribaciones serranas.

Es uno de los espacios para compartir con su barbacoa y la hamaca.


Anita trabaja ya bastantes años en su finca de cultivo ecológico. Aquí, en la comarca, fue una novedad. Ver una mujer de agricultora... regando, desbrozando, podando sus frutales. Ese trabajo duro del campo... La gente de la zona ha necesitado tiempo para adaptarse. 





En la Cabrita Loca hay una gran variedad de frutales. Alguna de esta fruta la vende Anita en el mercado y otra la aprovecha para hacer mermeladas que ella ofrece en el desayuno a sus huéspedes. 




Me encanta este momento en el que el desayuno se convierte en la principal comida del día. Mermeladas, infusiones aromáticas, queso de pastores, zumos, embutidos,... y lo propio y más común que ya conocemos. 











habitación rosa




















Anita ofrece cuatro habitaciones dobles y el uso de una piscina rodeada de chirimoyos. Parece un pequeño vergel. Cuando te estás bañando escuchas los animalillos y ves el cielo estrellado con una claridad como pocos lugares tiene.


habitación azul


Y hasta aquí la descripción de este lugar maravilloso y mi regalo a esta amiga entrañable. 

Para los que queráis contactar con ella y pasar unos días en su alojamiento aquí, más abajo, os dejo sus datos. Hasta pronto.


“Lo mejor de los viajes es lo de antes y lo de después”. Maurice Maeterlinck (1862-1949) Escritor belga.


El contacto con Anita es: teléfono 0034 616 54 26 90,  e-mail: lacabritaloca@gmail.com


 (La mayoría de las fotos las tomé prestadas del archivo personal de Anita de su faceboock de la cabrita loca. Estoy segura que no le va a importar. Por una vez dejé descansar mi cámara en su rincón del armario)


Hola, soy un color pero no cualquiera, soy de los principales en la paleta del pintor. Tal vez no sea tu preferido pero no me dirás que no soy enigmático y pasional.
Soy fácilmente reconocible, el más llamativo. Todo corazón, y no es de extrañar, qué niño y enamorado no me tiene presente. Soy el color que antes ve un recién nacido ¿Habéis pensado cómo sería caperucita sin mí? ¿Y el  Fuego y la llama? ¿Y esos labios que siempre seducen?


Hay quién me llama bermejo, bermellón, encarnado, purpúreo,…. no, no me gustan mucho esos nombres, prefiero en todo caso colorado, de color.




A lo largo de la historia he sido muy valorado y es que soy muy polivalente. De ser prohibido en algunas clases sociales a convertirme en el color de la chispa de la vida. El color de la seducción, sexualidad, erotismo e inmoralidad. 


Además visto bien. He teñido las ropas de las meretrices, las prostitutas romanas, y las hojas de las parras vírgenes. 




He sido el color de los trajes del Dios Padre, de la nobleza y los altos cargos del clérigo, hasta la toga de la justicia del Tribunal superior. En la tradición soy el flammeun o velo de las novias romanas, soy la ilusión de las novias en China e India. 


Bailando también doy la nota al traje de fiesta andaluz. Pero mi traje preferido es el venerado y soñado en navidad por los niños, el traje amable de Papa Noel. 



¿Qué serían sin mí las cabinas y autobuses de Londres, los tejados de las ciudades medievales, los tulipanes, las rosas? 






¿Y los flamboyants? esos árboles maravillosos que se llenan de flores en verano a modo de parasol ¿Y qué me decís de la fruta? Quién no se resiste a una cereza roja y a una manzana y si no que se lo digan a Eva en el Paraíso o a Blancanieves la de los hermanos Grimm. 






En China, soy el color de la buena suerte.

En Moscú doy nombre a la plaza más visitada y la relevancia de su catedral de S. Basilio que es de cuento.


Ahora que nadie nos oye os voy a contar un secreto: no me llevo bien con los números, ni con las deudas y espero no ponerte rojo. Si no tienes dinero en la cuenta (algo que en estos días será lo más probable) esto no tiene nada que ver conmigo. 





Tampoco me gusta que acudan a mí para las señales de prohibido ¿y por qué no le dan otro color al código o a las tarjetas de fútbol, al semáforo y a la salida de emergencia? No quiero que tengas que salir corriendo por mi causa, aunque te lo pases bien en los san fermines. 

Ah! Ojo con comprarte un coche con mi color no te librarás de una multa segura, aunque tal vez de esto solo la culpa la tiene Italia, creo, pero si no, me importa un pimiento. 


Quédate con mi esencia, quédate conmigo, porque sabes que te quiero, porque sabes que soy todo corazón.







Sí, no puedo evitarlo, soy curiosa.
En mis viajes siempre me ha llamado la atención la gente. Mi curiosidad me hace descubrir detalles de la idiosincrasia del país. Lo que hace en la calle, en los parques, cerca de los monumentos,… en cualquier rincón de la ciudad. Para mí es una forma de darle un respiro a la inercia del viaje, ese corre que te corre, hacer colas, esperar e incluso a veces desesperarte. 
Para comenzar ¿Qué hace la gente en una cafetería? Es un punto de encuentro, que duda cabe. París tiene cafés típicos con unas sillas y mesas de plástico muy singulares y además saben muy bien aprovechar el espacio. Todas están colocadas para ver el paso de la gente, incluso en varios niveles. Vamos como si estuvieran viendo un espectáculo.


¿Quién no ha visto una novia en un viaje? Mira que llaman la atención los novios en la calle. Mirad estos japoneses en los puentes de París o esa novia curioseando en el grupo de gente bajo Notre Dame o esos novios rodeados de turistas en la plaza del reloj de la ciudad vieja de Praga. Pues que ¡vivan los novios!












¿Y qué me decís del metro? Es un lugar al que siempre voy. Conocer las estaciones más frecuentadas y ver la gente que te encuentras en ellas. Algunas paradas son impresionantes o al menos curiosas, como ésta de París, Arts-et-Metiers que pareces que estás dentro de un submarino ¿verdad?


¿Y en la orilla del río? Por lo general la gente pasea, corre, va en bici, charla. Pero mirad este rincón del Sena la gente está ¡¡bailando tango!! Sí, se reúnen para bailar, mientras que otros miran o bien intercambian parejas. Es una de mis imágenes preferidas. Hay otra, también en el río, haciendo picnic, botella de vino o cervezas en mano y algo de picar y a chacharear un rato con tus amigos.



¿Y qué me decís de las galerías comerciales? Por lo general yo no compro nunca nada, pero la arquitectura no hay que perdérsela. Suelen estar en edificios muy bonitos e incluso espectaculares que merecen la pena curiosear. Mirad esta famosa galería de Bruselas y la de París, son dos joyas, eso sí para bolsillos caprichosos. Discretamente también llena de turistas curioseando como yo.




¿Y qué hacer en una plaza abarrotada de gente? Pues que se pare el mundo por un instante para contemplar esta maravillosa arquitectura sin pisar o tropezar con alguien ¿Cómo te vas a perder estos antiguos mercados de abastos y las casas gremiales como las de la Grand Place de Bruselas, patrimonio mundial de la UNESCO? Pues yo sentándome, porque mira que hay gente entre turistas y vendedores de recuerdos. Pues nada a buscar un lugar para sentarte y mirar a la gente y a esos bonitos edificios a modo de cámara de fotos con gran angular.


Ya los pies no lo aguantas ¿dónde vas? En esta ocasión a la terraza de uno grandes almacenes, allí tirados en el suelo y el que tiene más suerte sentado en un sillón. Un detalle que se agradece. Aunque yo prefiero los jardines. La gente de las ciudades más frías los suele aprovechar bastante, sobre todo si parte del año están con mal tiempo. Cuando sale el sol todo el mundo se “tira” literalmente a los jardines y allí se les va la vida en ello. En algunos hay sillas para la ocasión para poder sentarte y dedicar un momento a la vida contemplativa como esta imagen de los jardines de Luxemburgo.




¿Y qué me decís de las colas para subir a monumentos? Ésta en concreto rodeaba el edificio. Tienes claro que es una pérdida de tiempo cuando careces de él (que es lo que suele ocurrir en los viajes) pero ¿quién no ha hecho cola? A esto le llamo la gran paciencia del viajero. 


¿Compartes o te vas? Una noche tradicional en una ciudad, Bourges. La catedral en la noche de la luz curioseando y bailando. La tradición en la calle ¡Pues a unirse a la fiesta! Y en Notre Dame, dejas por unos momentos de ver el edificio histórico para unirte e incluso participar en el espectáculo de los patinadores esquivando obstáculos. 



CÁMARA Y FOTO- GRAFÍAS

¡CÓMO HAN CAMBIADO LOS TIEMPOS!
¿Qué sería de un viaje sin fotos? ¿Y qué sería del fotógrafo sin el espectador? Tú por ejemplo.
Las fotos son nuestros recuerdos. Esas imágenes maravillosas que puedes volver a ver. Esas fotos que le añaden más tiempo al viaje, ese que a lo mejor hiciste tan rápido, casi sin quitar el ojo de la cámara.

Alfred stieglitz1905
Y son esas fotos las que también te hacen descubrir cosas nuevas que probablemente tu objetivo en ese momento ni reparó.
Desde pequeña me han gustado las fotos. Recuerdo mi primera cámara comprada en la feria con un payaso que salía al dispararla. De esto han pasado 50 años y la evolución tecnológica va que vuela. Ahora hago fotos con una cámara digital y con el teléfono móvil.

También recuerdo las viejas películas en blanco y negro en el que el fotógrafo escondido bajo un trapo negro enfocaba la cámara que era una caja sobre un trípode y un soporte que se prendía con un detonador produciendo un destello de luz brillante y una nube de humo ¡qué tiempos aquellos!


Alfonso Sánchez 
 El mundo de la fotografía es apasionante y no menos la evolución que ha tenido la cámara tanto en tamaño como en su forma.
La cámara Mamut, que es la foto del comienzo de la entrada, está datada del 1900, la más grande del mundo y con un peso de casi media tonelada, trasladar este artefacto sí que es ser un apasionado por captar la imagen.
La cámara tiene una historia de casi mil años, más antigua aún que la propia fotografía. Los eclipses de sol en el siglo X se veían en habitaciones a oscuras abriendo un orificio que proyectaba una imagen del sol en la pared opuesta. 

Este fue el comienzo de la cámara oscura, viendo cómo se proyectaba una imagen del exterior en la pared opuesta invertida y borrosa y dibujarla en ese momento.


Son los comienzos de 1800 y se va a revelar el secreto de lo que en el futuro sería la fotografía: como capturar esas imágenes que estaban en nuestro campo visual. Se  comienzan a usar una placa plana de plata y una cámara oscura en forma de caja.




Una caja que va evolucionando para hacerse manejable y con un orificio en el que ya se instala una lente óptica para que la imagen fuera más clara y definida.
La primera cámara fue de madera. La de cajón eran realmente dos cajas cerradas y para enfocar se deslizaban una dentro de la otra. En un extremo el objetivo y en el otro un vidrio deslustrado que hacía las veces de pantalla de enfoque y que, después se sustituía por la placa fotosensible al hacer la toma.
Ya empieza a parecerse más a la cámara que todos conocemos, esas cámaras que se abrían a modo de acordeón. 

1920 fotógrafos
Conseguir la fotografía seguía siendo muy artesanal. El fotógrafo preparaba sus placas en cuartos oscuros y si tenía que viajar y hacer fotos del exterior montaba laboratorios portátiles de campaña.
Antes de cada exposición se insertaba una placa sensibilizada, que es lo que veíamos sacar en las películas mudas. Sigue la investigación y aparece el invento del soporte de papel. A los viajeros les ayudó bastante porque valiente tarea tenían con las placas.


El fotógrafo de entonces era un gran estudioso del dibujo, tenía conocimientos artísticos para dibujar bocetos antes de la composición de la fotografía y para retocarla después.


Las imágenes se comenzaron a dibujar manualmente. Se trabajaban las figuras, el paisaje o el fondo mediante un lápiz de grafito para que parecieran más reales. 

Para fijar esas fotos en blanco y negro y que tuvieran color se coloreaban a mano con acuarelas, óleo, anilinas y otros pigmentos.

Las cámaras de cajón y las de fuelles portátiles fueron evolucionando.

Dorothea Lange



 Con el tiempo empezaron a usar películas en rollo de diversos tamaños. La mayoría de las veces formaban parte del cuerpo de la cámara, pero al menos, ya se hacían varias fotos sin cambiar el negativo. Y para la luz artificial ya las cámaras usarían las lámparas de flash en vez de los polvos de magnesio.



Arthur Fellig



La película de 35 mm del cine se adapta a la fotografía y es entonces cuando aparecen las cámaras de pequeño tamaño y de bajo coste. 














La cámara leica supone un gran avance en las nuevas técnicas fotográficas.
Es la preferida de los fotoperiodistas. 
Ligera y fácil de cargar con una película negativa de 36 vistas. 



Antonio Larraz
Leo Matiz 
Martha Holmes 1947

Por fin el objetivo se puede intercambiar con el teleobjetivo y el gran angular, ya esto si nos es más familiar.



Eve Arnold

 Entre tanto aparece la cámara Polaroid que tuvo su momento. Fue otra revolución, sobre todo para la fotografía de aficionados; el atractivo de conseguir fotos totalmente reveladas en pocos minutos. Algo parecido a lo que nos pasa ahora con el móvil-cámara, hecha la foto y mandada a miles de kilómetros en el instante en una red social. 

Es curioso que, además ahora se desenfocan imágenes, se hacen borrosas, se realzan contrastes y se manipulan para parecer imágenes antiguas o asemejarlas a cuadros pintados. Siempre volvemos a los orígenes pero de todas formas


¡cómo han cambiado los tiempos!

DILIGENCIA VERSUS AUTOBÚS





Esta entrada de mi blog la he hecho con la nostalgia de antaño. Cuando viajar era todo un privilegio, una gran aventura, que marcaba la vida de aquellos viajeros. No todo el mundo tenía entonces esa posibilidad de ver a familiares lejanos, encontrar un futuro o recorrer nuevos caminos.

Un viaje que debería ser todo un acontecimiento. Paisajes vistos desde el pescante con traqueteos infinitos y narices polvorientas y la emoción puesta en la incertidumbre del camino a rodar.

Las diligencias fueron los carruajes que más evolucionaron y las precursoras de los autocares de línea y autobuses interurbanos de hoy.




Cuando vemos alguna imagen de diligencias viajamos con la mente al lejano oeste, a las películas de indios y vaqueros o algún film novelesco. No hay que ir tan lejos basta con desempolvar recuerdos y colecciones de fotos de finales del siglo XIX y nos encontramos con alguna que rueda por caminos de tierra españoles. La de la foto es la diligencia de Alcoy, en Alicante, cualquiera lo diría ¿verdad? 

La diligencia arrastrada por caballos fue el medio de viajar más utilizado por todo tipo de viajeros españoles y estaba muy de moda entre los ricos de antaño. Tenía gran multitud de variantes en su diseño según transporte rápido, trayectos cortos, larga distancia o el tipo de clientela.





La llamaron el ómnibus de tiro animal y tuvo una larga vida, casi un siglo, compitiendo con el tranvía eléctrico y el autobús de gasolina; el ferrocarril la delegó a los caminos secundarios, lugares más alejados de las ciudades donde aún seguiría siendo el único medio de transporte.

La diligencia fue muy popular y clasista. En ella se encontraban todo tipo de viajeros que emprendían una verdadera aventura entre vaivenes, saltos y crujir de huesos. Estaba guiada por un mayoral con grandes dotes en el oficio de conductor y conocedor de todas las triquiñuelas para llegar a su destino entre paradores o posadas. Este orgulloso personaje no solía ir solo, por lo general, iba acompañado por alguien para salvaguardar la seguridad de los viajeros ante bandidos y maleantes. Ya entonces se decía que algunas diligencias poseían indemnizaciones ante casos de pérdidas y extravíos, me imagino que las de la clases más pudientes, claro.




Y hablando de clases sociales, la diligencia tenía un sistema de tarifas para cada una de ellas, entre tres y cuatro, según posibilidades económicas. Se hablaba ya entonces de primera, segunda y tercera clase. Los asientos más cercanos al conductor eran considerados de primera clase, los traseros y los de la baca del techo eran considerados de segunda clase. Las más numerosas tenían hasta 22 plazas y las más rápidas podían hacer hasta 200 km al día.

La intimidad física tuvo que ser un hándicap importante porque ya por esta misma época al alemán Karl Benz le rondaba por la cabeza el primer autobús movido por combustión para que los viajeros tuvieran otras mejores y nuevas “experiencias sociales”.


Realmente a finales del siglo XIX y comienzos del XX la sociedad experimentó un profundo cambio. Los avances tecnológicos sustituyeron la tracción animal por máquinas de vapor y después por motores de explosión. El ómnibus, el todo para todos, ya es automóvil, más cómodo y más rápido, aunque aún seguirían los caminos sin asfaltar y plagados de baches.



Los primeros autobuses siguen teniendo carrocería de madera aunque ya con algunos asientos de cuero. Los bancos del pescante del techo seguirían siendo incómodos y el espacio estaría compartido con el equipaje.









El chófer aún tiene su cabina abierta por los laterales, bueno sí, fue un detalle que se cuidó más adelante, también para darle más intimidad, digo yo. En algunas fotos que he recopilado me ha llamado la atención la publicidad en los autobuses urbanos, un ejemplo de cómo se valoraba su popularidad ya en esta época. 



 



El autobús hispano suiza y los americanos ford y chevrolet fueron las primeras marcas viajeras, hechas a conciencia para sobrevivir a una guerra civil y a una posguerra hasta los años sesenta.

La llegada o partida de estos coches de línea en muchas poblaciones era el principal acontecimiento ¡Qué llega el correo! Aún lo recuerda mi padre que de vez en cuando llama así a los autobuses provinciales. Y es que donde paraba se reunía una gran cantidad de gente a llevar o recoger paquetes o recados, recibir los viajeros y no digamos para los niños que suponía su sueño futuro: viajar en aquel artefacto que excitaba la imaginación y les permitía huir de sus monótonas vidas.




Con las fotos a color también aparecen los trolebuses,
 muy curiosos por cierto

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